Nada más nacer me confundieron.
29 en lugar de 28 y Antonio en lugar de Javier. Eso para empezar. Dicen que por eso hubo bronca, pero no me acuerdo. Seguro que estaba pensando en como podría afectarme eso más adelante. O me estaba inventando una risa.
Cuando ya hablaba me di cuenta de que habia dos sexos y que a partir de cierta edad uno de los sexos actuaba de una forma impensable para mí. No obstante, descubrí que el frio de los cristales devolvía a su tamaño natural mi sexo. Así que …
De mayor.. de mayor un desastre. Me castigaban toooodos y cada uno de los días. No por malo, por ignorante. No por valiente, por ignorante. No le daba importancia a los cosas. Quería hacer las cosas y las hacía sin temor a represalias.
Mi mejor castigo que me enviasen a la clase de parvulos.
El más divertido que me paseasen por las clases con la bata al revés y orejas de burro.
El que más miedo me daba que me enviasen al cuarto oscuro. No lo conocía. Solo sabía que era una trampilla en el centro del suelo del salón de actos. Solo sabía que si un día eso se abría para mí lo iba a pasar mal. Pero mal-mal.
Un día se abrió para mí. Aún recuerdo la presión del conserje en mi brazo para que no escapase. Recuerdo cuando me bajó por la escalera, recuerdo que solo miraba la salida, recuerdo que la puerta se cerró, recuerdo que lloraba, recuerdo que vi colchonetas, recuerdo que vi un potro, un plinton, un trampolín de madera. Recuerdo que el castigo se acabó de repente. Recuerdo que dieron el castigo por finalizado.
Aprendí a fumar.
Me jodí la rodilla.
Me mezclé contigo. Y contigo. Y contigo. Y.. bueno, basta.
Te conocí a ti.
Dejé de fumar
Antes pensaba que sin saber cuando naciste y como te llamas podría ser difícil ser uno mismo.
Hoy es distinto.
Hoy me sé en mí cuando ríes y cuando callas.
PD. Cuatro, cuatro! vamos a cantar la canción del cuatro. ¿cuando son cuatro? uuunaniana nanianaaaaaaaaaaaaaaaaa ¡cuatro!